miércoles, 13 de mayo de 2020

Los mapas son solo percepción. Irreales los que usamos.



En 1943, el artista uruguayo Joaquin Torres García (1874-1949) propuso en el dibujo " América invertida " un mapa " de cabeza hacia abajo ".
No hay razón científica para que el norte esté en la cima de los mapas. Además, no siempre el norte estuvo en esa posición. Probablemente fue en el renacimiento europeo que esta tradición cartográfica se consolidó con mapas como el de mercator, utilizado principalmente para la navegación. Como las potencias europeas del período se localizan todas en el hemisferio norte, se adoptó esta posición como referencia cartográfica.

García, en su dibujo, hizo una crítica a la hegemonía de los países del norte. En las palabras del autor: " Nuestro norte es el sur. No debe haber norte para nosotros sino por oposición a nuestro sur. Por eso ahora ponemos el mapa al revés, y entonces ya tenemos la exacta idea de nuestra posición, y no como quieren en el resto del mundo. La punta de América, desde ahora, prolongando, señala insistentemente el sur, nuestro norte ".


Nos parece tan obvio que los mapas estén orientados hacia el norte que olvidamos que es una convención y que norte y arriba no son sinónimos. “No hay ninguna razón puramente geográfica por la que una dirección sea mejor que otra, o por qué los mapas occidentales modernos han naturalizado la asunción de que el norte debería estar arriba”, escribe Jeremy Brotton en Historia del mundo en 12 mapas.

De hecho, en los mapas medievales judeocristianos y hasta finales del siglo XV, la Tierra se representaba orientada hacia el este, con Asia arriba, Europa abajo a la izquierda y África abajo a la derecha, como en el mapamundi de San Severo. Al fin y al cabo, "orientar" viene de "oriente".



El este se prefería en muchas culturas por ser la dirección por la que salía el sol, siendo el sur la segunda dirección en preferencia. El oeste se asociaba con la decadencia y la muerte, y el norte, “con la oscuridad y la maldad”. No en todas partes: los mapas babilonios y chinos, por ejemplo, se orientaban al norte, igual que los propuestos por el astrónomo Ptolomeo en el segundo siglo después de Cristo. Sí parece sensato que los mapas para navegar tengan en cuenta el eje norte-sur, dado el uso de brújulas, pero Brotton nos recuerda que se podría haber optado por el sur con la misma facilidad.

Por cierto, “todos los estudiosos de la Edad Media sabían que la Tierra era una esfera”, explica Umberto Eco en Historia de las tierras y los lugares legendarios, citando a Dante, Orígenes, Ambrosio, Alberto Magno, Tomas de Aquino e Isidoro de Sevilla, que incluso calculó la longitud del Ecuador. De hecho, las dudas sobre la ruta que proponía Colón no se debían al temor a que cayera por un abismo, sino porque se creía que Colón se basaba en un cálculo optimista acerca del tamaño de la Tierra y que su ruta no era tan corta como pensaba (y no lo era).

Si a alguien le quedan dudas acerca de lo arbitrario que resulta orientar un mapa en cualquier dirección, no tiene más que ver esta foto. Es la Tierra tal y como se fotografió desde el Apolo 17, con el polo sur arriba. Sí, normalmente se le da la vuelta para que nadie se ponga nervioso.



Uno de los problemas más complejos para los cartógrafos, explica Brotton, es la imposibilidad de proyectar una esfera en una superficie de dos dimensiones sin que haya algún tipo de distorsión en la forma o en los ángulos. Pongamos por ejemplo un mapa que sigue la proyección de Mercator, en cuyo plano de 1569 se basan muchos de los actuales.

Mercator “trató el globo como un cilindro y mantuvo los ángulos cuidadosamente en su superficie”, explica Brotton. Los meridianos no convergen como deberían y por eso la Antártida parece tan grande y Groenlandia tan extensa como Sudamérica, a pesar de tener sólo una octava parte de su superficie. Además, Europa parece el doble de amplia que Sudamérica, cuando realmente es la mitad. Eso, entre otras distorsiones.

Pero aunque parezca extraño, el Mercator no es, ni mucho menos, un mal mapa: estas distorsiones permiten mantener mantener los rumbos marinos en líneas rectas, que era uno de sus objetivos. Y, por ejemplo, Google Maps, Bing y OpenStreetMap usan una variante del Mercator para sus planos a gran escala, ya que sus "rectángulos simétricos se adecúan perfectamente a los mosaicos de píxeles que conforman un mapa digital". Ahora lo sabes, los mapas te muestran una percepción pero no la real posición de los continentes. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Enero