lunes, 9 de octubre de 2017

Las dos mujeres de Adán en el paraíso.


En la mística hebrea existe, empero, una misteriosa figura femenina que nosotros, los «gentiles», no hemos estudiado suficientemente; se trata de Lilith, quien según la cábala fue la primera mujer de Adán. Al igual que éste, Lilith fue hecha a imagen y semejanza de la divinidad y por tanto tenía, digamos, su mismo estatus ontológico. Desde el principio se caracterizó por su insumisión al primer macho, y por sus constantes desacuerdos abandonó el paraíso; cuentan que, despechada, se convirtió en un demonio. Para asegurarse de suministrarle una compañera adecuada, Yavé sacó a Eva (la segunda) de una costilla de Adán, y así cambió la primigenia igualdad. Eva, la media costilla, encarnó desde siempre la sumisión de la mujer instaurada desde el orden celestial.


Ad portas del siglo XXI, el interés que puede tener el mito hebreo de Lilith es la posibilidad de representar a la nueva mujer, la cual no se siente identificada con las figuras evocadas por sus tradiciones culturales. Si esto es posible, se lo dejo a las estudiosas del género; mientras tanto sólo quiero compartir lo poco que sé sobre la historia de esta diablesa que ha vuelto por sus fueros.


Para algunos Lilith corresponde a la Lamia de los griegos —una reina abandonada por Zeus—, a la Brunilda de los nibelungos en contraposición a Crimilda. Para otros tiene origen en un demonio asirio-babilonio llamado Lilit o Lilu.


Etimológicamente viene del hebreo layil, que significa noche, y aparece representada como un demonio nocturno peludo o sublimada como una mujer de cabellos muy largos.


Por su parte, la Biblia ha sido completamente ajena a la figura de Lilith, exceptuando un pasaje de Isaías en el cual la nombra viviendo entre las ruinas del desierto, acompañada de sátiros y animales.


Cuentan que el principal obstáculo en las relaciones entre Adán y Lilith se presentaba cuando él quería acostarse con ella y le exigía ponerse debajo, lo que Lilith consideraba una ofensa por ser su igual. Según Robert Graves, «las hechiceras griegas que adoraban a Hécate eran partidarias de colocarse encima… y así se ve en las primitivas representaciones sumerias del acto sexual…». Éste es, posiblemente, el origen de esta parte de la leyenda.


Parece que Lilith, furiosa ante la tentativa de Adán de recostarla, pronunció el nombre mágico de Dios y desapareció.


Lo que pasó después es tema de un estudio más profundo. Dicen que se dedicó a seducir a los hijos de Adán y Eva, o que tuvo hijos con los demonios y los devoraba; incluso en un relato de Primo Levi parece que terminó como amante de Dios y que, mientras «vivan en pecado», el mundo seguirá como hasta ahora. En otra versión más compleja se encuentra equiparada a la serpiente y según parece sedujo a la mismísima Eva, pero esto ya lleva trazas de difamación.


Mientras que la literatura y la poesía han encontrado en el mito de la primera mujer de Adán una inagotable fuente de inspiración, el estudio de este tema a la luz de otras consideraciones hasta ahora está empezando y espero que, especialmente las mujeres, se dediquen a arrojar luces sobre la vilipendiada figura de Lilith. Por ahora, mientras seguimos ganando terreno en el mundo, podremos dedicarnos a pensar si es mito o realidad. 

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