¿Para que sirve un corrector de estilo?
Un corrector de estilo puede identificar los errores cometidos por un escritor inexperto, corregir editar y no dejar rastros de los errores, pero el corrector de estilo cuando "corrige" tambien cambia el séntido y el estilo propio del que escribe, del autor; para evitar que un corrector de estilo cambie la obra es importante que el autor no cometa errores cuando escribe para que la corrección se limite a cosas pequeñas y no al orden de lo que se escribe.
Son solo sugerencias. Evitar en la medida de lo posible estas expresiones y embellecerá un poco el escrito y lo hará más claro y directo.
Gerundios
Es mejor utilizar pocos. En primer lugar, porque tienen una sonoridad fea y abusar de ellos recarga el texto. En segundo lugar, porque muchas veces se utilizan mal, y en esos casos son, además de feos, incorrectos. Es el caso del llamado «gerundio de posterioridad», que indica una acción posterior al verbo principal: Trabajó toda la mañana en la oficina, yéndose después a casa.
Adverbios terminados en –mente
En casi todos los libros de estilo se recomienda no abusar de los adverbios terminados en -mente. El escritor Stephen King asegura que son «el peor enemigo de la escritura». García Márquez decía que usar un adverbio terminado en –mente es «una solución demasiado fácil» y «un vicio empobrecedor». Cuando se busca una alternativa, esta siempre resulta mejor.
Sucesiones de verbos en infinitivo
Las perífrasis demasiado largas también ensucian los textos. Casi siempre es posible eliminar al menos uno de los verbos de la ristra. Por ejemplo, la frase «queremos intentar conseguir alcanzar la excelencia en el campo» puede ser sustituida por «intentamos alcanzar la excelencia en el campo», por «queremos conseguir la excelencia en el campo» o cualquier otra variante similar más concisa.
Frases largas
La claridad del texto aumenta si las frases son cortas y siguen estructuras simples, sin muchas subordinadas. Cuanto más largas y complejas sean, más atención habrá que poner en el orden de sus partes para que sigan siendo comprensibles, ya que el objetivo debe ser poner las cosas fáciles al lector.
Palabras-comodín
Casi siempre que escribimos la palabra «cosa», esta podría ser sustituida por otra más adecuada. Lo mismo ocurre con el verbo «poner». Se trata de comodines, también llamados «palabras-baúl». Se caracterizan por abarcar muchos significados, pero a menudo tienen sinónimos más procedentes en cada caso concreto. Por ejemplo, en lugar de decir «poner la fibra óptica», podemos usar el verbo «instalar». En lugar de «poner atención», «prestar atención».
Muletillas
Son palabras que no aportan nada al texto pero facilitan la tarea de enlazar unas partes con otras, de enfatizarlo, de finalizarlo… Casi siempre pueden omitirse o sustituirse por otras fórmulas. Son comprensibles en la lengua oral («o sea, «pues nada…), ya que hay menos tiempo para construir el discurso en la cabeza; pero deben evitarse sin miramientos en la escrita. Algunos ejemplos de muletillas comunes en el lenguaje escrito son las expresiones «y es que» o «como no podía ser de otra manera».
Tópicos
Según el capítulo dedicado a la pobreza léxica en el libro Las 500 dudas más frecuentes del español, editado por el Instituto Cervantes, un tópico es una «expresión vulgar o trivial». Algunos tópicos bastante extendidos son los siguientes: «todas las opiniones son respetables», «rectificar es de sabios», «la vida hay que disfrutarla», «un marco incomparable», «las últimas tecnologías», «una forma diferente de hacer las cosas», «fiel reflejo», «espectáculo dantesco», «cese fulminante», «estrecha colaboración», «merecidas vacaciones»… Evítalos. Si piensas en una forma diferente de decir cada uno de ellos, tus textos serán más ricos.
Redundancias
Expresiones como «subir arriba», «bajar abajo», «entrar dentro» o «salir fuera» son correctas pero redundantes. Teniendo en cuenta que la recomendación general es eliminar todas las palabras superfluas de los textos a favor de la economía del lenguaje, las primeras que se deben tachar son las que repiten exactamente el significado de la palabra que tienen al lado.
Repeticiones
Repetir palabras es necesario para que los textos tengan coherencia, para que se entienda la relación entre unos párrafos y otros. Pero hay alternativas a las repeticiones que cumplen esta misma función y evitan que se abuse de un mismo término. Por ejemplo, podemos usar sinónimos, sustituirlas por pronombres o directamente suprimirlas (en el caso de que la frase permita una elipsis).
Eufemismos
Los eufemismos son correctos. Son formas atenuadas de referirse a una realidad, y es decisión del autor utilizarlos o no; o incluso optar por su contrario, el disfemismo (decir, por ejemplo, «estirar la pata» en lugar de «morir»). Los eufemismos, pues, son lícitos cuando son equivalentes a las palabras que sustituyen. Por ejemplo, decir «empleada del hogar» o decir «criada» es lo mismo. Pero son censurables cuando lo que hacen es disimular, ocultar o escamotear la realidad. Es el caso de eufemismos como «reajuste de plantillas», que siempre se refiere a la eliminación de puestos de trabajo y nunca a su ampliación, por lo que no es fiel al lenguaje: hace que las palabras dejen de tener el significado que les corresponde.
Caer en estos errores desenmascara a un escritor principiante. Aunque la lista de sugerencias de estilo a tener en cuenta sería interminable, tener en cuenta al menos estas hará que el texto gane calidad comparado con otro que solo sea correcto.
Fuente: yorokobu